El clamor ciudadano por una convivencia en paz y sin contaminación sonora se ha hecho sentir con fuerza ante las recientes manifestaciones de los autodenominados “musicólogos”, quienes pretenden imponer el ruido como un derecho. Las llamadas marchas de los «bullosos» han generado un repudio masivo en la sociedad, reflejado en cada comentario y reacción en redes sociales, donde la mayoría de los ciudadanos se opone a este despropósito.
Las imágenes de estos grupos enfrentándose a la Policía, exigiendo que se les permita invadir el espacio público con bocinas a todo volumen, han sido ampliamente rechazadas. Lejos de ganar apoyo, su movilización ha servido para que más personas expresen su cansancio ante el irrespeto a las normas de convivencia.
En cada publicación de prensa sobre el tema, la indignación crece. La gente exige que se refuercen las medidas contra la contaminación acústica y se haga cumplir la ley sin contemplaciones. El ruido excesivo no es cultura ni identidad, sino un atentado contra la tranquilidad y la salud de quienes buscan vivir en armonía.
El mensaje de la sociedad ha sido claro: el derecho a la diversión no puede estar por encima del derecho al descanso.
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